[La deseducación] Jesus of Suburbia II



La (des)educación

Reedición




Resultó que mandar mensajes por el móvil a mi madre cada semana con el número de faltas de asistencia, conductas contrarias y detenciones no era suficiente. Empezaron a llamarla de cuando en cuando para hacerle sentir que algo no estaba haciendo bien con la educación de su hijo y me quedé como un par de años sin paga semanal.

Se puso de moda todo el asunto, pese a mis intentos de que me dejasen solucionar mis problemas a mí, y a la situación del instituto se le unió la presión de mis padres, quienes convencidos de que me ocurría algo relacionado con las drogas, no se fiaban de mi autogestión ni de que el instituto era el problema, y me daban largos sermones que me negaba a escuchar y daba la sensación iban dirigidos a alguien de doce años.


Tienes que ir, es tu obligación, los deberes son importantes, tienes que hacer caso a los profesores.


Sonaba todo tan de otro mundo, de otro tiempo y otro lugar; tan alejado de mi mundo que no podía creer estar escuchando esas palabras. Hasta mis hermanas mayores y mis tíos se tomaban a libertad de darme consejos sobre la vida. No me podía creer tener que escuchar ahora de nuevo esas historias a esas alturas de la partida, y de verdad que me cabreaba mucho. Convirtió a mis padres en una parte del problema más, un escollo que tenía que superar; pero a los profesores eso no les importaba, todo lo contrario lo veían como una oportunidad para hacer más daño. La situación se volvía insostenible pero no cambié mi actitud ni retrocedí un milímetro mi postura, si acaso lo contrario.

Lo que no entendían, ni mis profesores ni mi familia ni los alumnos promedio ni nadie, la pieza del puzle de su versión de la historia que no encajaba con lo que estaba ocurriendo era que pese a años de hacer lo mismo, después de tanta historia, después de tanta inútil rebeldía, yo seguía aprobando.








Parte VII

Jesus of Suburbia II


No era que ya hubiesen desistido en intentar suspenderme; pues entre ejercicios de clase, actitud y pamplinas (más de diez por ciento de nota de comportamiento en segundo de bachillerato) tenía que sacar sietes largos para rascar cincos en las evaluaciones. Las asignaturas suspendidas en primero se acumulaban con las de segundo y algunos profesores me devolvían los exámenes sin nada escrito y un suspenso en la parte de arriba sin más explicación. Si exigía ir a revisión, a lo que ponían trabas administrativas, simplemente me decían lo que había hecho mal y decían que con esos errores aunque lo demás estuviese bien, no me podían aprobar. Nuestra profesora de filosofía volvió después de la baja médica que se adjudica cada año y como corregía ligeramente al azar, ligeramente por lo que creía que el alumno sacaría, me suspendió un examen de Descartes sin sospechar que un año antes me había leído el discurso del método por mi cuenta. Examen que casualmente haría, casi calcado otra vez en la selectividad, y que sin estudiar a ese señor un minuto más de mi vida me aportaría un nueve con setentaicinco, por eso de que las faltas de ortografía restan puntos.

Ningún profesor, a partir de tercero de la eso y con la excepción de Lidia, me intentó nunca más convencer de que su asignatura sí valía la pena sin emplear la coerción. 

Si el sistema y los profesores no se molestan en darme ideas y argumentos válidos para lo que me obligan a hacer, ¿porque me obligan, como pueden exigir después tener conocimientos específicos e ideas y argumentos perfectos para tener derecho a quejarse por ello o desobedecer?








Llegaba un momento, en el que perdían la noción de porqué me estaban castigando en primer lugar.



La autoridad concedida para lograr los objetivos o ideales educativos, se transforma entonces para cubrir la necesidades del funcionamiento de una clase en sí. Rápido se olvida la diferencia entre tener una función y ser de necesidad, y la autoridad deja de ser una herramienta para enseñar, educar o formar en esos conocimientos designados, para bien o para mal, para convertirse en el fin en sí mismo.

yo mismo - hace un rato



Mucho había pasado desde que me dí cuenta de ello en primer lugar, eso ya lo sabía, lo daba por hecho; pero reconocerlo no cambiaba mi situación. A esas alturas ya ni siquiera tenía sentido, era un mártir, el último de mi especie, un Jesucristo olvidado en los confines del fondo de una clase de secundaria, donde ya no hay peligro de contagio porque nadie quiere ser como yo, ni yo mismo quiero ser yo, en los dos años más largos y perdidos de mi vida.

Lidia, un día que nos quedamos hablando en el pasillo cuando se suponía que teníamos que estar en clase, nos confesó a David y a mí, que se hacía una reunión semanal exclusivamente sobre el curso y que habitualmente éramos uno de los puntos del día. Con periodicidad y de forma oficial, decidían que nuestra situación se había acabado, que si no queríamos estar en clase no fuésemos, y que si estábamos teníamos que participar; pero a la hora de la verdad los profesores nos ignoraban y volvían a tratar como siempre. Todos estaban convencidos que éramos un problema que nadie quería poner nada para solucionar. Castigarme de formas más imaginativas cuando estaba ya solo, sí, pero nada más.

Por eso cuando hicieron una reunión en el instituto muchos años después hablando de los peligros de las fiestas de random local guys, e intentando averiguar si había niños del centro implicados, me hizo mucha ilusión y me invadió una ola de nostalgia.

Que si no queríamos ir no fuésemos, como si nos dejasen salir de clase sin consecuencias, como si el bachillerato fuese un producto más, como ir a una academia o dejar de ir, y no el sistema estándar de educación publica. He visto lo que habéis hecho con la gente que os molestaba tener en clase, como la habéis ido expulsando del sistema lentamente igual que ahora estáis haciendo conmigo, y como habéis hecho de los despojos cursos de formación profesional. Como si durante los años anteriores, alguien no nos hubiese hablado de cualquier posibilidad alternativa como algo que no fuese degradante y para los demasiado tontos como para dar continuar el camino lógico. Aquí hay dragones, ponía un cartel encima de toda otra posibilidad. Nos enteramos tarde de que el instituto a distancia existía, por otros medios y donde no había ni un alma porque la educación publica parece tener el monopolio de la integración social. Sinceramente, hubiese dado igual, tampoco nuestros padres hubiesen aceptado ver en casa lo poco que hacíamos aquí.

Durante la secundaria temprana, bautizaron a nuestra área de influencia postura del mínimo esfuerzo, como un antagonista de su cultura trabajadora y su culto a la voluntad ajena. Ahora, tras un par de años que parecían muy lejanos, esa postura era irónicamente para mí un gran esfuerzo y esa contradicción en parte mi obra; una lucha que servía a los demás pero yo hacía por mí, para sobrevivir, y en la que nunca saldría ganando aún si salía vencedor. No iba a dar a nadie la satisfacción de verme abandonar y que contar mi historia en el futuro fuese una forma de lamentarme por las batallas no libradas. Aunque nadie me siguiese, mi existencia implicaba la existencia de otro mundo, de la posibilidad de decir no.




- Una clase más así y me voy a sentar con Jordi.

- Cuando ocurren cosas como estas, te entiendo.

- Es que en el fondo tienes razón.


Con el transcurso de los años, intentaron desarrollar diferentes tácticas al respecto de mi figura con dispares, a veces contraproducentes e siempre impredecibles resultados. Como cuando el profesor juega a eso de mandar a buscar algo al payaso de la clase en secretaria y aprovecha para hablar con la clase sin su presencia para decir que no le rían las gracias, pero más complejo.

Aislarme pero respetarme reforzaba la sensación de ser una alternativa, criticarme directamente me daba motivos para hacer lo que no quería hacer que era hablar, exponer, criticar y convencer, porque aun así, o precisamente por ello, encontrar oposición revitalizaba mis esfuerzos y daba a todo sentido y con ello los profesores encontraban un claro dilema. Se oponían directamente a mí, yo ganaba crédito porque se hablar mejor que ellos, y con el mismo hecho me reconocían como valido interlocutor. Me desacreditaban a mis espaldas y me dejaban en paz, bueno, yo conseguía que me dejasen en paz; así que yo aprobaba y el resultado me daba la razón. La solución era ignorarme en clase, aislarme pero dejar claro que yo era un caso especial porque era listo y si no sacas buenas notas tú no te puedes quejar, (no me malinterpretes, creo que lo soy, pero no por ser capaz de aprobar esas mierdas) y ponerme trabas invisibles para que de dos pájaros en un tiro mi fracaso demostrase su tesis de que por muy inteligente que fuese no podía aprobar sin estudiar y que aun aprobando nadie se me quisiese asociar. Eso dio lugar a un acuerdo no escrito en el que yo no cuestionaba su trabajo, me intentaban hacer suspender, y no participaba en clase pero si les apetecía podían castigarme por ello.





- ¿Qué es exactamente el espín de un protón? - Pregunté un día cuando vi que estaban hablando de partículas subatómicas en química y les habían mandado para aprender de memoria el espín de las principales, una magnitud cuyo significado exacto no viene al caso.  
- El giro angular. 
- Si, yo también se leer la definición, ¿pero como puede tener giro angular una partícula perfectamente lisa y sin estructura interna? ¿cómo lo sabríamos? 
Se hizo el silencio 
- Si no participas en todo lo que hacemos en la clase, no puedes tampoco hacer preguntas.  
- Me parece justo.


No mentía, me parecía justo, pero se suponía que su interés era que yo participase; supongo que esa voluntad no era mayor que el hecho de que la profesora no tuviese ni idea de lo que era exactamente un espín. Esa mujer, por cierto, fue mi tutora ese segundo año.

Por mi parte, ya no me molestaba en intentar forzar la situación para de alguna forma dejar al descubierto la hipocresía del sistema. No me tenía que convencer a mí mismo de nada como años atrás, yo sabía que tenía razón y tampoco era mi prioridad dejar de tenerla; porque el convencimiento, ya casi maníaco, de estar en lo cierto en medio de un mar de gente que te dice lo contrario, me daba el control y permitía sobrevivir en territorio hostil.

Asociarse conmigo era asociarse con el mal y entre una cosa y la otra me distancié de mis mejores amigos del instituto, que dejaron de ser tal aunque nunca dejé de llevarme bien con ellos. Me juntaba durante el patio si me apetecía, con gente que había conocido en otras partes siendo otra persona y luego me encontraba que estudiaban allí. Las personas de mi misma clase no me importaban ya en absoluto y la fingida intención de hermandad en las fotos grupales me parecía muy divertida. Me podía pasar días sin decir una palabra y nadie iba a enterar, era maravilloso. Hace ya años dejé de ir a las excursiones que me parecían estúpidas del instituto, y ese curso me las salté todas incluido mi propio viaje de graduación porque era, precisamente, un viaje estúpido y, sencillamente tenia mejores cosas que hacer.

Esa frase que me estoy apropiando constantemente es de David, por cierto, tenía mejores cosas que hacer es su contestación absoluta cuando hace un par de años empecé a escribir todo esto y le pregunté como resumiría sus años en el instituto. Creo que resume muy bien ese tiempo en general y te hace aceptar la idea de que el resto de tu vida pagaras ocho horas al día de peaje para vivir.

La mayoría de estudiantes se quedan en algún estado estacionario de su iniciativa rebelde, dejan de hacer los deberes, sacan malas notas y hacen otras cosas que yo también hacía, así que creo que a veces es difícil distinguir mi caso y situación de un fracaso académico normal. Creo que el punto clave es que fui capaz de mantenerme activo y mantener mi desarrollo intelectual, y encontrar gracias a él una forma de autodidactismo que sería cuestionable pero funcionaba muy bien para hacer exámenes. El otro punto clave es cuando decidí de forma activa, no solo dejar de hacer cosas, no estar distraído o no prestar mucha atención; sino dejar absoluta, consciente y voluntariamente de escuchar en clase exponiendo a los profesores su fracaso y alejándome conceptualmente más de todo aquello.

Voy a tratar una vez más de explicar por qué hice eso otra vez, con la esperanza de que no me repita.

Existe sin lugar a dudas un problema de contenidos, no un problema de contenidos exactos y concretos sino en su propio planteamiento y utilidad. La pregunta ¿de qué me va a servir esto en la vida? es tan antigua como vigente, y no tiene explicaciones sencillas, pero podría llegar a tener una justificación si se hiciese bien, ya hemos hablado de ello. El problema que yo encuentro va más allá, es más estructural, más sutil.

La influencia.

Siempre se puede rechazar una idea. Aunque te la intenten inculcar, aunque alguien intente aplicar la influencia de una forma demasiado explicita como ocurriría si fuese un esfuerzo consciente, porque toda idea va ligada a su contrario. Siempre se puede rechazar una idea si está expuesta como tal, una opción de muchas: es discutible, es cuestionable, incluso cuando puesta en el más alto pedestal. Pero aquello que nos llega en otras formas, de fondo, de estructura, de sensación de un sentido de realidad, no nos dicen si pensar algo o su contrario no se centran en el que sino que forman los cimientos desconocidos difícilmente desensamblables del cómo. Compartimentar el conocimiento en áreas separadas. Obedecer una figura de autoridad. Que exista el mismo hecho de una figura de autoridad como necesidad de un orden. Es más de lo que yo pueda describir con palabras. Eso no se enseña en una asignatura, nadie te lo dice ni nada creo que pretenda decirlo. Se filtra, en las paredes de las clases, en las palabras de los profesores, a través de la luz fluorescente que causa incomodidad. Es difícil de entender el hecho de que, te caigan bien te caigan mal, aquellos que tienen poder para ser escuchados sin oposición durante horas ante mentes cansadas, dormidas y por lo tanto vulnerables, filtren lentamente quizás no el modelo que tu escojas, pero si el modelo normal, de referencia, de cómo los humanos deben ser, pensar y, en última instancia, vivir.

No es la idea de izquierdas o derechas la que te venden los medios vendidos a los poderes por una porción del share informativo en particular, sino la propia idea de gobierno que damos por sentada; porque es más cómodo y simplista creer que el debate es entre colores que intentar entender las complejidades de un mundo gobernado por la hiperrealidad, fuera de los estándares históricos que hemos aprendido como nuestros. Gestionar el mundo para que el debate parezca entre esas opciones y dar la sensación de libre elección entre ellas es exactamente lo que te hace olvidar, o no ver, que el mundo lo dirigen otras personas.

El título del libro no fue lo único que saqué de leer de Chomsky, después de todo.






Es lo mismo que ocurre cuando cada cuatro años pretenden hacer una reforma educativa y mover horas o asignaturas de un lugar para otro y en las opiniones dispares, discusiones de corte ideológico como horas de religión u horas de ciudadanía, te convencen de que ese es el problema, cuando el problema es que el sistema está podrido hasta el fondo. 

De la misma forma la publicidad te vende no solo una marca sobre la otra, sino el estilo de vida en el que la propia decisión es lo importante, lo que identifica. La identificación personal a través de objetos, de productos. Utiliza como modelos, precisamente esa palabra, conocidas caras que cuestan mucho dinero contratar porque son de famosos que te resultan a la vista familiares, y el mensaje pasa más claramente cuando confías en esa persona, aunque sea a través de un papel de una serie, porque tu cerebro no sabe distinguir realidad de ficción, confía en lo conocido y es como si te lo recomendase un verdadero familiar. ¿Creías que era fortuito, que contrataban a actores y futbolistas que salen en las noticias, solo porque su magia a través de la pantalla les hace vender más? Las ficciones modernas ya no se separan entre fábulas o historias como se hacía en la antigüedad. Descubrieron que mientras la enseñanza de la fábula se puede negar, no se puede hacer lo mismo con el trasfondo de una historia, su hilo vehicular, la consonancia con el personaje con el que te identificas, el modelo de mundo y sociedad vendido y la relación con este; así que empezaron a hacer historias donde las virtudes griegas eran vendidas en el orden lógico de la necesidad durante la guerra de troya y transmutadas a un ideal romano del modélico ciudadano. Eso te lo pueden haber explicado, pero nunca intentado aplicar a tu realidad. Te pueden decir a la cara, eso se hacía para poner trasfondo divino a los dictadores, pero nunca te dicen que también se aplica a lo que ellos mismos te estarán explicando dos meses después cuando hablen de las virtudes de Napoleón. Esas historias aún existen hoy, y aunque han perdido la pretensión de ser reales, no les hace falta; tienen en lo más profundo impresas la enseñanza, el quien son los buenos y quien son los malos, y cosas más profundas, mas estructurales, que ni siquiera sus creadores saben que están imprimiendo en su obra. 

Es imposible huir de la influencia, la influencia está en todas partes y no la podemos controlar. Es como la moral cristiana controlando el mundo occidental pese a que nadie, o casi nadie, crea ya en los ángeles o en el dios abrahámico de las sagradas escrituras, donde esas reglas de comportamiento están escritas. Cuando uno empieza a poder verla, ocurre como con la misofobia y empieza a verla en todas partes; uno podría dejar de ver la televisión, de escuchar música, de hablar con los demás pero nunca podría huir del todo porque no existe una expresión pura de pensamiento sin influencia en ella. Dejar de escuchar a los profesores fue un paso esencial. Me cambió tan rápido, sin tener esa ancla constante a la que no prestaba intención, que no me lo podía creer. Aún a día de hoy me parece aberrante la cantidad de poder en ese sentido que damos a los profesores, les entregamos a cambio de un ligero conocimiento en dispares materias el poder de definir con la suya nuestra realidad. Esas personas están allí porque no han triunfado en su campo, porque no han encontrado nada más que hacer y se han puesto de profesor. Esas, son las personas que te hablan y resuenan en tu cerebro diciendo, aunque tú hagas lo que quieras después, lo que es aceptable y lo que es lo normal. Eso ocurre exactamente cuando tu cabeza está cansada en un estado casi vegetativo, con el brazo siendo lo único impide que caiga encima de la mesa. 

Aquí se ve la virulencia de la imagen de la adolescencia que nos venden en series y programas hechos por adultos y para niños, donde muestran una imagen, unos roles y una identificación que luego nos apresuramos a hacer real. 

Por tomar un ejemplo, yo soy incapaz de ser profundo cuando hablo catalán, no porque sea una mala lengua para ello, sino porque de quien yo aprendido catalán es de las situaciones cuotidianas de la vida que no son participes de una gran profundidad. El sonido de mi voz, y más importante, el sonido en mi propia mente de mi voz, es una heredera de esas influencias. Escribo en castellano, porque yo aprendí el castellano en la escuela a los cuatro o cinco años pese a que sea la lengua materna de mi padre; aprendí castellano como lengua literaria, leyendo con ella mucho más que usándola, y la identidad de esa voz en mi cabeza suena como los libros y las voces de la gente de la televisión y por ello cuando empecé a escribir sin pensarlo ni dudarlo ni tampoco siendo consciente del porqué, empecé a escribir en castellano. Nunca aprendí ingles en la escuela, ya lo he dicho en otras ocasiones; he tenido el poder de escoger a través de mis influencias como suena mi voz interna en ese idioma, y aunque no la domine suena a canciones, películas y poesía. Uno piensa como su voz interior cree que debe pensar, siguiendo el hilo argumental y de pensamiento de todas las conversaciones y diálogos internos que uno ha escuchado en su vida que se mezclan indistintamente como propios, reales o de ficción en tu cabeza. De la misma forma que un modelo de educación crea un modelo de sociedad, un modelo de comportamiento aunque pasivamente aceptado crea un modelo de pensamiento a través por ejemplo del lenguaje. Uno no puede huir de su influencia, pero cuando la ve, uno puede decir no; y apagar la tele o encender el reproductor de música en clase. Eso es exactamente lo que hice. 

Es una de las épocas de tu vida en que las referencias, los ídolos y la información subyacente al contexto serán la que ya nunca podrás olvidar. Es el tiempo que recordarás más nítidamente durante los próximos cincuenta años. Es la edad de la idealización y el heroísmo por un motivo en particular, porque ofrecen una forma más sencilla de ver una realidad que se empieza a presentar ante ti como una gran avalancha de nieve, y es la edad en la que aprovechan precisamente ese momento para edulcorar a voluntad. 

Darás palos de ciego durante el resto de tu vida, revolviéndote quizás en chaquetas de cuero o, no sabiendo contra que más rebelarte, quien es el siguiente gran enemigo o gran conspiración, otras simplificaciones del mundo menos virulentas que las que te ofrecieron en tu momento y ni siquiera te diste cuenta que acordaste comprar. Nunca podrás deshacer aquello que te enseñaron, eres la persona que eres porque alguien decidió por ti en primer grado, la mezcla de los profesores que te hablaban mirando a los ojos en secundaria y la pesadez en el alma que te transmitieron todo los demás. Hace mucho tiempo, cuando la educación era de uno a uno, no se escogía al profesor con más conocimiento, ni quizás al con mejor sistema didáctico ni siquiera tenía que haber sido nunca profesor. Escogían a aquellos que habían sido también grandes hombres, que eran importantes en aquello que hacían más allá de su capacidad para transmitir el conocimiento en sí, los grandes músicos de la historia se ganaban la vida enseñando a hijos de nombres y no interpretando sus propias obras, porque el conocimiento en si no es lo único que se transmite. ¿Será casualidad que entre tres de las consideradas mayores personalidades de la historia del mundo, hayan sido maestro el uno del otro? ¿Contrató pagando la fortuna de un país Filipo II, a Aristóteles como mentor de su hijo porque sabía más que nosotros de ciencias naturales y que él de estrategia militar? Una sociedad pone de maestros y por lo tanto modelos de comportamiento, a aquellos que quiere que sus hijos se parezcan. La realidad de esa gente que se pasa cientos de horas al año hablando enfrente de ti, sus actitudes y sus miedos, se filtra lentamente entre tus resistencias y te conviertes lentamente esas personas; y lo preocupante es que esas personas están allí precisamente porque son unos fracasados en su campo. 

La influencia no se trata solo de ello pero, ¿cuáles son los ideales que te venden? es algo que debes preguntarte. 

Porque si necesitan cacarear continuamente sobre las valores de la democracia, es porque te lo pretenden enseñar desde un sistema que es claramente no democrático y en el que la representación estudiantil, igual que la sindical en el mundo laboral, es un chiste de mal gusto. De la misma forma que repetían una y otra vez lo de que bachillerato no era quinto y sexto de eso porque lo era; también necesitan explicar el valor de las libertades y el sufragio parlamentario y la cuestionable separación de poderes, porque con sus métodos ya te han hecho aprender a comportarte en un estado autoritario. 



Because they don't teach the truth about the world, schools have to rely on beating students over the head with propaganda about democracy. If schools were, in reality, democratic, there would be no need to bombard students with platitudes about democracy. They would simply act and behave democratically, and we know this does not happen. The more there is a need to talk about the ideals of democracy, the less democratic the system usually is.


Miseducation - Noam Chomsky, son of Arathor 



Solo con ello, ya puedes entender que si se aplica el modelo autoritario a un sector de la población particular, no es porque nuestra sociedad rechace el modelo autoritario, sino que está a favor de usarlo si las condiciones son propicias para ello, la mayoría en este caso los adultos se benefician de ello, y sobre todo si los que lo sufren no lo pueden votar. 

Cae un poco el idealismo del mundo occidental a pedazos, ¿verdad? 



- Estoy de acuerdo con muchas cosas que dices, pero no creo que sea para tanto. 



Es ilógico que el hecho de exponer las cualidades manipuladoras al sistema educativo sea visto como inusual, exagerado, conspiranoico y radical. Si realmente hubiésemos estado estudiando el imperio romano para entender el presente, hubiésemos aprendido que precisamente la educación era lo que utilizaban por arma de conquista, como pegamento para su imperio. Fue un gran imperio que duró mil años, eso lo sabemos pero nunca se aprende el porqué, qué tenía de diferente a los demás pueblos beligerantes de la historia, porque fue el imperio romano el que se alzó, ¿por qué bonaparte y no otro soldado cualquiera de artillería y metro ochenta lideró una revolución? Quizás sus características personales fuesen realmente casualidad y otras parecidas hubiesen hecho el mismo efecto siguiendo el camino del materialismo histórico, pero se sigue cometiendo el pecado de no mencionar ni una cosa ni otra como una posibilidad. Muchos imperios más extensos que el romano se han alzado, y más rápidamente, a lo largo de la historia tras años de batallas y han caído tras una generación. Los romanos salen en los libros de historia no solo porque prácticamente inventasen la ingeniería militar postclásica y fuesen buenos conquistadores sino porque fueron unos maestros en el noble arte de derribar bustos, estatuas, y dejar intactos los pedestales. En nuestra visión de la historia, se elimina la singularidad de la ecuación, el hecho distintivo, la batalla que hizo cambiar la historia; para centrarnos solo en las características cuantificables de la historia en sí. Su virtud era la ser capaces de mantener un imperio por la violencia conquistado mediante el comercio, los ideales y la educación. 

No quiero insultar a vuestra inteligencia pretendiendo que imaginéis a los romanos como misioneros benevolentes con el solo propósito llevar al mundo la llama del conocimiento. Los romanos sabían que aunque pudiesen conquistar mil pueblos, sería imposible mantenerlos de forma razonable bajo su control con la fuerza de las armas, porque la opresión directa tiene un coste desproporcionado comparado con la sutil manipulación. ¿Cuánto tardó EE.UU. en conquistar Irak y cuantos años de agonía antes de huir por patas estuvo después intentando que no les disparasen civiles por las calles? Los romanos derrotaban a tu ejército, entraban en tu ciudad, esclavizaban los soldados violaban a tus mujeres, pero mantenían a los reyes; quienes participaban como invitados de honor en las celebraciones en roma por la victoria conquistada. Luego volvían a traer el rey de vuelta, empezaban planes de infraestructuras civiles y se llevaban a los descendientes de las familias poderosas. Esos niños y niñas crecían, siendo educados, siendo romanos, y volvían luego a su tierra para gobernar por derecho divino. Esas personas, refinadas y con vastos conocimientos en comparación a los pueblos nómadas, se convertían en el nuevo ideal del pueblo derrotado, quienes habían visto a sus familiares oprimidos y esclavizados pero no hubiesen tolerado ver a sus líderes suplantados. La voluntad del pueblo, iluminada por el nuevo ideal, era no luchar contra, sino conquistar el pleno derecho a la ciudadanía romana. Así, la moral del señor, como diría nietzsche, gobernó el mediterráneo durante más de mil años. 

No es una crítica al imperio romano, ni siquiera estoy hablando del imperio romano. Estoy ilustrando primero la idea de que todo status quo social, combinación de genes o método educativo sobrevive porque logra perpetuarse y eso no significa que sea culturalmente mas avanzado, ni que produzca descendencia mas fuerte, ni tampoco mejores estudiantes, respectivamente. La segunda idea es que llevamos toda la historia de la humanidad usando la educación como herramienta política y nos parezca que ahora ya no. A nadie le impresiona si digo que Hitler utilizaba las escuelas como propaganda, porque adolf era malo y hacía cosas nazis. A algunos les impresionaría ver la propaganda antisoviética en las escuelas y dibujos animados para niños de lo que nos atrevíamos a llamar el mundo libre; quizás hasta la perdonarán al considerarla un mal necesario para defender nuestros valores de la maquinaría de guerra y muerte de Stalin. Pero hasta el más tonto podrá ver lo ingenuo que es pensar que si los romanos antes de cristo la utilizaban como tal, la escuela no sea ahora también una herramienta voluntaria e involuntaria de manipulación política e ideológica. 

¿De dónde crees que vienen los ideales por los que luchas, aunque los acabes dirigiendo contra el sistema en sí? Hay verdades detrás de las verdades. Hay quien diría que hay verdades hasta el fondo. 

Uno podría decir que ese comportamiento ya no es tal y su efecto no es conducido por ninguna voluntad política como antaño sino que heredado el formato, solo transmite un sistema de valores como en ruido de extrarradio, y podría parecer tener parte de razón. ¿Pero entonces porque mantenemos ese mismo formato creado y tan útil para propaganda, tanto por influencia como por unos contenidos asumidos bajo el argumento de autoridad? No hay motivo para no adaptarlo a las necesidades más modernas, menos alienantes de nuestra ideal y democrática sociedad. 

Nos lo venden como un pack, nuestro sistema de gobiernos y esas ideas, pero no lo son. La democracia parlamentaria constitucional es solo una de las infinitas cosas que puede llevar la palabra democracia delante, y que lo haga no es garantía de nada. E incluso si algún día hablásemos de ello, detrás de esa verdad que tiene que ser así, estaríamos centrando el debate y olvidando que la democracia es en sí misma algo que también se puede cuestionar. Habrá muchos, miles y millones de formas de gobierno en el futuro de la humanidad y a todos les parecerá que su sistema de valores es el único decente, aceptable, y mejor. La prueba de que la educación no te ha convencido, sino alienado al respecto del ideal de la libertad es que yo no puedo decir esto sin que automáticamente alguien me acuse de fascista o se me lleven detenido si estoy en Alemania, si no vivimos también tiempos de fundamentalismo, sea por ti reconocido como bueno o como malo, no puedo creer que no lo sea.






Creo que me saltaré la parte en la que hice llorar a mi profesor de treball de recerca por los pasillos de la segunda planta. Para resumir, fue reclamándole que me suspendieran porque, según tres profesores licenciados, Carl Sagan no era un divulgador científico. Diré la verdad, el trabajo era una mierda, ¿pero tres profesores corrigiendo un trabajo titulado Divulgación Científica, literalmente afirmando que Darwin era un divulgador científico y que Carl Sagan no? Estoy bastante convencido de que no se leyeron realmente el trabajo, y no te digo ya de que no se molestaron en buscar en la wikipedia el significado de las palabras del título. Pues en la parte teórica explicaba claramente la diferencia entre, debido al interés y la especialización de la ciencia hacer divulgación científica, y la necesidad histórica de divulgar los conocimientos científicos antes de la gran revolución. El caso es terminé aprobando en una segunda ronda tras reescribir la introducción y pasar todo por el auto corrector; y tras aquello ya no tenía ningún escollo en el camino para poder acceder a intentar aprobar la recuperación de casi la totalidad de un curso en una semana, gesta a todas luces imposible para alguien que lleva cuatro años sin dar un palo al agua.

¿Que si aprobé?

Claro que aprobé.

Claro para mí, porque nadie daba un duro por ello. Haciendo cuatro exámenes a la vez de filosofía en una hora y media. Estudiando física y calculo mezclando con energía formulas y números en una pizarra que me compré en los chinos. Apostando en un examen de catalán todo o nada a que cierta palabra era de uso común del dialecto mallorquín o no. In-extremis, recuperando un total de cinco asignaturas más las dos del curso anterior, aprobé el curso en la primera ronda de exámenes de recuperación, así que pude ir en junio a los exámenes de selectividad también conocidos como de acceso a la universidad. La tutora, también profesora de ese chiste del mundo contemporáneo en primero y de química en segundo, me dio el sobre con las notas evitándome la mirada y una sonrisa demasiado forzada. Yo no sonreí, no dije nada, pero un gran bramido de victoria inundó mi pecho, incontenible. Era consciente de que si hubiesen querido, habrían podido forzar y hacerme suspender. Eso hubiese supuesto ir a la selectividad al setiembre para putearme, pero también había entonces el riesgo de que suspendiese y quisiese repetir curso. Sinceramente, creo que antes me hubiese exiliado.

Se regalaron matrículas de honor a los alumnos modelo y se hincharon notas para participar en el festival anual de inflación de notas de corte para la universidad. Así se mejoran resultados para las estadísticas internacionales. Pero si a nadie parecía importarle, a mi menos. Me quedó una media de esos dos años de un cinco con sesenta-y-tres por culpa de educación física y me sobraron exactamente sesenta-y-tres décimas para tener todo lo que quería, permiso para presentarme a la selectividad.

Después de aquello, hubo un mes clases de preparación para la gran prueba, como si todos estos últimos tres años no hubiesen sido precisamente eso. Aparecí solo en una de las clases porque ya no me podían suspender por faltas de asistencia y le prometí a mi profesor de matemáticas que me pasaría a saludar; la próxima vez que me vieron por esos pasillos fue años más tarde a recoger el título y pasearme con Nil en gafas de sol. Determinado en no perder más tiempo de mi vida en aquella forma, empecé el verano más temprano que los demás, y esa hora que fui a visitar a juan, la aproveché para llevarme después a la gente por la que aún tenía simpatía a hacer campana, jugar a vóley en la playa y beber cerveza. Los demás días me los pasaba en el montclar y de noche en mi habitación a felizmente pensar en el curso siguiente, en él me iba a ir a vivir a Barcelona con una chica mencionada un par de artículos más atrás como diecisiete.

Faltaban dos días para empezar los anunciados como exámenes más importantes de mi vida y aproveché la ocasión para volver a mirar una vez más Full Metal Alchemist desde el principio. El fin de semana anterior, me fui con una chica pseudogótica llamada Lia al h-titud fest y repasé el domingo por encima las asignaturas que me tocaban el día siguiente. Los exámenes se hacían en la UDG junto a gente de otros institutos, así que entre exámenes íbamos a tomar cañas al bar de al lado y a comentar la jugada entre risas. Como era previsible, los exámenes en sí resultaron ser un chiste y saqué una media de un siete o un siete con cinco. El ultimo día, volviendo realmente cansado con autobús, pedí una calculadora y la use para sumar aproximadamente el número de horas que había destinado los últimos años a hacer deberes, exámenes, escuchar en clase o leer temario; y me salió que con estudiar a mi aire cuatro horas al día durante tres semanas, hubiese tenido exactamente el mismo resultado que después de dos años de miedo y asco en el instituto.

Ya tengo título alternativo por si Chomsky viene a reclamar algún día lo que es suyo.

La publicación de las notas, por la que todo el mundo estaba tan ansioso, me pilló de fiesta por Palamós y tuve que colgar el teléfono a mi madre varias veces porque me pedía la contraseña para poder verlas ella misma porque a mí no me corría ninguna prisa y no tenía la intención. Cuando terminó la fiesta y casi no podía ni andar, nos retiramos a casa de mi primo y desde allí abrí la página de la generalitat, puse el código, vi que había entrado en Física primera opción en la Universidad Autónoma de Barcelona, publiqué algo en facebook llamando cocainómana a una profesora en lo que es aún a día de hoy mi publicación más popular de todos los tiempos, y caí destruido en un sofá cercano.

Los japoneses se han rendido.

Había terminado la guerra,

y yo la había ganado.










Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End





la deseducacion, jesus of suburbia ii
the decay of western civilization /?
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