[La deseducación] Education Labor Through



La (des)educación

Reedición



Considero que alguien que se no ha rebelado nunca en contra de nada en su vida, carece de credibilidad. Porque ya no pongo en duda que haya existido la ocasión en que estaba siendo manipulado para cumplir unos intereses que no son los suyos, o que se haya encontrado directamente oprimido bajo alguna autoridad. Doy por hecho de que ha sido así; y que no haber sabido identificarlo como tal, es igual o peor que no haber levantado ante ella la cabeza. Rebelarse en el futuro contra cualquiera imposición nunca será realmente una opción, porque aun cuando hacerlo no sea quizás la mejor opción, si no lo ha hecho antes fuera del propio pragmatismo nunca sabrá cuando es la respuesta correcta. Tenemos una facilidad increíble, para ver desde lo que llamamos occidente o el mundo desarrollado, las doctrinas, dogmas e imposiciones de las demás culturas; se nos aparecen claras, ineludibles y degradantes a nuestros ojos. Quizás por esa misma razón, por creernos la epitome de las culturas que han habitado este planeta, estamos ciegos para ver las nuestras, y nos pasamos la vida culpándonos de nuestros defectos como sociedad unos a otros sin poder ver que todo el bosque nace de una misma tierra.

La deseducación es la historia de mi paso por los diferentes centros educativos, y también un ensayo sobre la educación.

Quizás esto suene ya a trillado, a demasiado viejo. ¿Se habrá convertido este tema, en mis manos, una excusa más que una crítica? ¿Dónde están los artículos en los que ya hablé de todo esto? Están aquí, fundidos en esta reedición que parece conforme pasan los días un libro entero. Otra vez a hablar de los años de instituto, del sistema educativo y de la deseducación; a citar las mismas frases de chomsky y contar las mismas estúpidas anécdotas. ¿Es el mundo y yo mismo diferente a como lo imaginaba cuando era un adolescente? Sin duda alguna. ¿Es la crítica ahora, después de tanto tiempo, al sistema educativo al que tanto me enfrente, una distracción, racionalización o excusa de mis propios errores y fracasos cuando ya estaba aparentemente fuera de su alcance?

Aparte de que nunca salimos realmente de su alcance, yo creo que el propio planteamiento de esas preguntas, además de no existir respuestas claras, encierra uno de los grandes problemas. El hecho de que tenga que hablar aún, y el hecho de que tenga que hablar ahora. El hecho de que aquellos que más sufren un sistema, sea el que sea, son usualmente los que no tienen voz, sea porque no estén listos para tener una, o sea porque no se les quiera escuchar. No tiene los medios, no ha aprendido a colocar bien las imágenes en HTML como para pretender tener razón. Porque cuando eso ocurre, uno está ya fuera del sistema, y no quiere mirar atrás.

Con su mejor moral, se contenta de los latigazos sufridos siempre y cuando otros los reciban en el futuro en su lugar. Porque todos hemos pasado por allí, porque es un mal necesario. Porque el alcance de la educación termina cuando se cierra el libro y las luces de la clase se apagan.

Me pregunto cuantas frases bonitas, cuantas letras en Times New Roman sobre fondo blanco, imágenes estéticamente atrayentes y ausencia de faltas de ortografía son necesarias para convencer a alguien de algo cuando se niega a ver la realidad que se encuentra justo delante de sus propios ojos. Pero no os dejéis impresionar, esta no es una historia de horror crueldad y terrible sufrimiento; esta es una mala historia de un mal protagonista que ni siquiera tendría que existir como tal.









Parte I

Education Labor Through (re)


De hecho, del comienzo de la escuela primaria no recuerdo nada más que tomarme el ir a clase como un juego con el que competir con otros niños y sacar puntuaciones altas. Sigo siendo tremendamente competitivo, pero antes lo era el doble. Pon un chico curioso delante de un sistema reglado de puntos lo suficientemente complejo y espera sentado a que compita con otros por la más alta puntuación. De alguna forma, el primero de incontables concursos de popularidad de nuestras vidas tiene lugar entonces: si sabes leer y sumar bien, o eres un chico y corres muy deprisa, entonces eres popular.

Pero algo más crudo se empieza a gestar entre algodones e inocencia. Están las profesoras que ven a los niños como una extensión de su familia y el amor que te transmiten es exactamente el apego que tendrás a esas arbitrarias pero aún inocuas puntuaciones. Luego están las típicas profesoras buenazas acabadas de salir de la uni se meten a esto no por tener talento ni conocimiento ni vocación real a enseñar ninguna sino porque le gustan los niños. Ocurre en seguida el primer problema, y es que resulta que descubre que hay niños que le gustan más que otros, ocurre que demasiado pronto empiezan las calificaciones, y con ellas, las clasificaciones. Los buenos y malos comportamientos. Las tendencias. ¿Nadie se ha percatado de la casualidad de que las notas sean casi siempre muy homogéneas? Quien saca notables saca notables en casi todo, quien saca aprobados, saca aprobados en casi todo. Lo lógico, más que separar por listos y tontos, sería que los diferentes niños tuviesen distintas habilidades y conocimientos al hacer cosas distintas; esa homogeneidad revela que en realidad lo que estamos midiendo no es eso sino la adaptación a un modelo concreto de comportamiento.

¿Cómo se forman esas tendencias? Pues muy fácil, de alguna manera, mucho antes, muy mucho antes de que lleguemos a ese punto, en la mente de los profesores de nuestra infancia y dependiendo del amor que sintiesen por ti uno va adoptando diferentes roles. A quién se le ha inculcado mejor el sistema de aprendizaje, ya sea por aprecio o por obligación, actúa mas bajo su influencia y lo adopta como eje central de su vida; lo que hace que cumpla lo que los profesores quieren que cumpla y vuelve a empezar el ciclo de comportamiento e identificación. Y así como yo me portaba bien y tenía la motivación de competir por el afecto de los profesores de mi infancia, yo era el que se suponía que era listo, y había los que se suponían que eran tontos. Una vez esa idea en la mente de la profesora inútil de turno, el ciclo continúa y los mismos patrones aceptables de comportamiento aparecen en todos los aspectos de la vida precurricular; comportamiento, orden, necesidad de aprobación. No digo que sea necesariamente un proceso consciente, digo que surgen diferencias entre los niños que nos apresuramos en catalogar y clasificar con números y notas a pie de página del cuaderno, cuando la realidad es mucho más compleja. En algún momento se nos fue la cabeza e hicimos el paso a asociar inteligencia a esos números que parecían cada vez más serios y consistentes frente a las valoraciones individualizadas, probablemente para protegernos de esas mismas, y nunca miramos atrás.

¿Qué dice realmente ese número o ese progresa adecuadamente, de ti? Quizás, si pudiésemos regresar al pasado y cambiar todos los números que se quedan en los archivos que hablan de ti, sin cambiarte directamente, ahora serias otra persona.

Así, los niños también entran es sus roles. Talentos e intereses son palabras demasiado complicadas, no importan una mierda, te vamos a decir si vales o no, a los seis años, por tu capacidad de escribir correctamente un jodido dictado. Por si sabes las suficientes matemáticas. Seguro que ya se saben la típica frase de valorar un pez por su capacidad de trepar un árbol. ¿Quién ha decido que eso es lo importante? Quizás lo sea, pero ese no es el motivo por el que lo hacen, es porque están ansiosos por empezar lo suyo, por traerte dentro de su sistema de valores. Simplemente les parece sólido, es más fácil puntuar un dictado o una suma que, por ejemplo, valorar la creatividad; así que de necesidades educativas a necesidades del sistema educativo las cosas importantes de la vida empiezan a definirse ellas solas. No le caíste bien a tu profesora de infantil y vas a pagar los platos rotos toda una vida. Lentamente, te vas haciendo a la idea de cuál es tu sitio.



The child of three or four is saturated with adult rules. His universe is dominated by the idea that things are as they ought to be, that everyone's actions conform to laws that are both physical and moral - in a word, that there is a Universal Order. 

Jean Piaget



No se debe, a esa edad ni a ninguna, castigar de forma que el castigo sea una humillación, una exposición pública; porque del mismo modo que toda publicidad es buena, todo vale en la lucha por la atención; los niños la buscan, y acostumbrados a tenerla en ingentes cantidades de padres, ahora tienen que competir por ella. La atención es un recurso, y saber actuar conforme a eso es terriblemente complejo. Ahora todo puede ser solucionado con un momento puntual de reprimenda o llamada de atención, pues los niños te tienen miedo. Cuando llegan años posteriores la cosa quizás cambia un poco, los medios y el lugar, pero si para entonces no han sabido gestionar sus emociones y necesidades por sí mismos, el rol ya estará establecido y no habrá sala de expulsados suficientemente oscura para dar marcha atrás.

Por una razón u otra, a mí me tocó el papel de chico listo. Cometí el error de ser ligeramente más inteligente que la media durante la primaria y lidié toda mi vida con expectaciones propias y ajenas de genio atemporal. Quizás lo era, en ese momento, o lo parecía, si es que ser listo a los cinco años significa realmente algo. Quizás era capaz de hacer ejercicios o sumas mejor o más rápido que los demás. Quizás nuestro desarrollo no es lineal y yo simplemente estaba un poco más adelantado y con el tiempo acabaríamos todos en el mismo lugar. No lo sé, lo que sé es que me tocó ese papel y lo adopté como propio durante muchos años. Algunas veces acababa la faena antes que los demás y me mandaban a hacer más faena de un montón de folios y yo encantado me ponía a hacer aquello lo que fuese por la recompensa del trabajo hecho y los distantes aplausos a los que te has acostumbrado y eres ahora un vulgar adicto.

Quizás sea un método para conseguir cosas en la vida, buscar la aprobación de las personas correctas, pero en ese momento no puedes escogerlas, son las que son; y nunca te dicen cuando parar.

Mi experiencia durante esos años esta terriblemente limitada a la perspectiva que ese rol ofrecía y no puedo ver mucho más allá. ¿Cómo era la vida desde los otros sitios, si hubiese sido más nervioso, estaría hablando ahora de un problema de identificación o si hubiese sido más nervioso y nacido en los estados unidos, estaría hablando de como un diagnóstico de ADHD me cambió la vida para siempre? Es un ejemplo más de como las escuelas empiezan ese proceso de buscar en los niños el comportamiento que deben tener para encajar bien en la escuela en vez de dejarlos ser niños per se; y solo sacábamos de empezar.






Hay otros tipos de alumnos, otros roles, todos los hemos visto también. No importa exactamente el grado de obediencia total o la clase social de las personas, te encontrarás los mismos roles emergen dentro de su realidad una y otra vez. En una clase, hay los listos, los empollones, los que llaman la atención, los que forman el montón, los que entretienen a los demás. Aunque individualmente tengan características dispares y en otras situaciones cumplan otros papeles, esa es su función aquí. Durante años después, desde el pedestal al que te subes de los chicos listos o empollones y aprendes a desarrollar una falsa modestia, sigues viendo los demás debajo de tu nivel, precisamente porque eso es lo que hacen las notas y ese odio sirve como una fortificación más en la que mantener tu papel. 

Esos roles se van manteniendo hasta que poco a poco se van diluyendo en el tiempo si nadie los refuerza, algo que debería ocurrir al iniciar el siguiente paso en educación. Uno los podría aceptar como un mal necesario del proceso de alfabetización y de la transición de niño a algo que empieza a poder pensar y comprender por sí mismo el mundo, pero el mundo tiene otros planes para nosotros.

Hay los pelotas, los raros, los del fondo de la clase. Más adelante, los roles reforzados por el sistema se separarán de los ganadores de los concursos de popularidad, y en una expresión de inherente rebeldía al sistema que los ha dejado de lado, venganza y sentimiento de inferioridad, los malotes se meterán con los que antes eran los listos marcando un clásico precedente en la jerarquía social. Uno de esos roles se empieza también durante esa época a formar, el formado por los niños que sus padres o ellos mismos se ocupan el tiempo con infinitas horas de actividades secundarios y clases extraescolares. No necesariamente tienen porque ser empollones o de ningún otro tipo particular, pero acabarán convertidos en los modelos de comportamiento vendido por los profesores en la secundaria, pues su obsesión y necesidad de tener toda una agenda no llena sino justificada será la que mejor se ajuste a las necesidades académicas del futuro. Así, el problema se acrecentará indefinidamente y la necesidad de hacer cosas, mantenerse ocupados y conseguirse obligaciones acabará siendo patológica, enterrando sus problemas y careciendo de ambiciones detrás de ese gran muro de actividad. He conocido muchos casos, y todos terminan igual, con una crisis nerviosa y años de desorientación. Los niños necesitan tiempo para aburrirse y pensar, los adolescentes necesitan tiempo para dormir y sentarse junto a otros adolescentes tirados por la noche en un aparcamiento fumando porros y sin nada que hacer.

Es ley de vida.

Pese a todos los problemas que hemos hablado, que tienen reverberaciones profundas en el resto de proceso, no considero que la escuela primaria sea un lugar particularmente malo. La mayoría de estas cuestiones mejorarían infinitamente por el simple hecho de ser conscientes de ellas. Puedo llegar a comprender que se aprovechen ciertos momentos de nuestra infancia en que nuestra plasticidad neuronal es mayor para que, pese a ponernos en un sistema obligado del que no somos totalmente conscientes, podamos aprender ciertas bases como de lenguaje o de pensamiento lógico (no necesariamente matemáticas). Tiene sus propias reglas, sus propios juegos de poder entre niños, los mismos problemas de estructuración en clases autoridad y asignaturas; pero es hasta cierto nivel casi aceptable porque funciona a un nivel elemental hasta que llegue un momento que sea un crimen a la propia inteligencia cuando tú mismo te das cuenta de sus propios fallos y limitaciones.

No es de extrañar que funcione durante unos años, pues el formato es simplemente una herencia de los procesos de alfabetización ligados al colonialismo, y esa era precisamente su objetivo, enseñar a escribir y leer a muchas personas a la vez. Por eso se llama colegio, que significa literalmente, leer colectivamente.

Pero el sistema se vuelve pernicioso cuando sale de sus objetivos, se toma como modelo precisamente porque funciona y se alarga mucho más de lo que debería. Como los que llevan el aparato institucional son mayores de edad, no distinguen entre la enorme diferencia que pude haber, y tú mismo has reforzado al separar, entre un niño de diez y uno de doce años. Ni siquiera tienen porque tener distinta edad, una pequeña diferencia de percepción puede convertir una escuela en la que ir a aprender y compartir espacio con tus amigos, motivo por el que a mí genuinamente durante muchos años me gustaba ir, en un principio de muro o tu primera versión de un infierno personal. Si eso te ocurre, en la escuela o en el momento que sea, estas perdido, porque nunca te vas a librar de esa sensación.






No te das cuenta, haces tu vida entre hora del patio y hora del patio y un día de golpe y porrazo voces de venganza al agravio de ser joven y libre te informan por megafonía de que se empiezan a poner las cosas serias, de que has nacido maldito y nadie te había informado hasta hoy. Ahora es cuando tienes que trabajar de verdad y hasta el día que te jubiles, pues es quinto de primaria y deben prepararte porque en secundaria os vais a cagar.

Sin cambio perceptible en la profundidad ni dificultad de los contenidos, que si aumentaban en cantidad pero eran repetidos a lo largo del tiempo, ahora era imperativo mandar mucha faena para hacer a casa. No porque la faena sea importante, faena absurda mecánica sin contenido que tiene como objetivo enseñarte a hacer deberes que no enseñar nada en sí mismo, sino porque quizás es importante mostrar a los padres cual ocupado estas, o a que te acostumbres a obedecer absurdeces son preguntar porque como el tener que copiar los enunciados o escribir una y otra vez las mismas cosas que ya están en el libro. Me molesta, intento evitar lo que buenamente puedo, pero en esencia yo sigo con lo mío, lo que se supone que es lo que debo hacer. Hago los deberes, me despierto a media noche a terminarlos si súbitamente me acuerdo de algo que se me ha pasado. El escenario en que yo me presento en cuarto de primaria sin el cuaderno de problemas resuelto y tengo que decirle al profesor que no los he hecho simplemente no existe en mi cabeza. Se supone que tengo que ser el bueno. Se supone que debo sacar buenas notas. Ya sin aplauso ni recompensa, solo porque debo. No se ser otra persona, ni siquiera sé que existen otras personas. Miro a compañeros llegar sin los deberes hechos, ser castigados por ello y yo no puedo llegar a comprender.

¿No podían, simplemente, hacerlos y ya está?

Realmente me interesaban algunos de los temas que tratábamos, los imperios, la prehistoria, las matemáticas; pero era tedioso el ritmo al que avanzamos, y junto a que todo se basa en patrones altamente repetitivos, el interés junto al aprender, quedó rápidamente en segundo plano y redirigido a otros aspectos extraescolares de mi vida; deportes, fórmulas de calcular daño de pokémon, ajedrez, magic the gathering, naciente vida social. El motivo, o uno de los motivos, es que cada año se dan exactamente los mismos contenidos, algunos los empiezas a dar en primaria y seis años después sigues dando los ríos de España, que ni me importan ni me acuerdo ni me quiero acordar. Acabas sin tenerle respeto alguno al contenido en sí, y ninguna explicación sobre su importancia futura te puedes convencer, aunque no sea en sí mismo un problema tan grande de contenido (en esa etapa) como lo es de formato y repetición.

Vas a clase, te explican dos páginas del libro de texto, luego te hacen subrayar lo importante, te hacen copiarlo en una libreta y te mandan a hacer los ejercicios, cuyas respuestas están siempre y de forma literal sin ni siquiera tener que cambiar el tono o convertir una explicación es una definición, en la parte subrayada.

¿En serio no hay en el mundo otra manera de aprender nada que no sea por repetición? Se hacen exámenes en las que te dan antes las preguntas y respuestas que tú tienes que memorizar, escupir y olvidar en dos días. Los deberes no son para aprender nada ni consolidar conocimiento alguno, son para mantenerte ocupado, que tus padres vean como que haces algo y para poder ver quien hace lo que le digan sin rechistar demasiado.

Esos métodos se perpetúan en el tiempo por alguna razón, y no es que sea porque son útiles para aprender sino porque son útiles para enseñar. Aquí nos encontramos las obvias limitaciones del propio sistema y que no tienen por qué ser culpa de malas decisiones ni ideas equivocadas. Infinitas serían las posibilidades si nos pudiésemos permitir como en países nórdicos un profesor cada ocho alumnos en edades tempranas, singulares miembros de la sociedad salían de la ignorante pero dedicada uno-a-uno formación de los jóvenes nobles de la europa medieval. La diferencia de medios está allí, pero no puedo dejar de pensar en que la imposibilidad del cómo, se ha convertido en la prohibición del sí. Como no podemos ofrecer educación individualizada y si pasásemos más tiempo con un alumno que con otro nos saltarían padres a la yugular, vamos a convertir la individualización de interés temprana en un crimen, vamos a convertir el aprendizaje en un modelo fijo de procesado, aunque las sociedades más individualizadas del mundo no lo apliquen en su educación, aunque venga del propio alumno y nosotros más que hacer deberíamos la complicada tarea de dejar hacer. Así a los seis años a un chico que le enseñaron a multiplicar y dividir en casa por voluntad propia y se preguntaba que había más allá, le vamos a llamar a sus padres a declarar y contarles que deben dejar de hacerlo, y en su sitio, quizás darle unas pinturas y que se dedique a cosas más propias de su edad.

No son casos aislados.

Eh, pero no os penséis que yo me daba cuenta de nada de eso. Yo intentaba hacer el mínimo esfuerzo y gastar el mínimo tiempo posible para cumplir las expectativas. Llegados los diez, once años, tenía prioridades como escuchar a Green Day, jugar a fútbol en el patio, me empezaban a gustar las chicas, conseguí tener messenger y solía hacer lo imposible para tener más tiempo con el que jugar a videojuegos en casa y con ello indirectamente aprendiendo, más para trampear el sistema en sí que con él en sí mismo. No pongo en duda que en el instituto o en el colegio se aprenda, repetirás toda tu vida los mecanismos sociales del patio del colegio, la duda es si ese aprendizaje es por el mero hecho de juntar niños o por el edificio en sí.

Aprendes a manejar el tiempo no por necesidad, pues para ellos todo lo mandado es importante y no hay grados de prioridad, aprendes a hacerlo para no responder de ello, aprendes a gestionar la irresponsabilidad. De ahí la procastinación en el futuro y el verte sobrecogido por tareas simples, porque nunca has aprendido a moverte alrededor de un objetivo mayor. Tenía mis prioridades, pero no cabía en mi cabeza posibilidad alguna de no sacar mínimo siete u ocho excelentes por trimestre. A esa edad no tienes objetivos propios, sigues refuerzos positivos y negativos. Tus padres y profesores, acostumbrados a tus resultados, esperan que los mantengas. Tu familia o quien sea te felicita cuando le dices tus notas. Su presión se siente aunque no la mencionen, aunque no se diga una palabra ni tengas la obligación real. Es la tensión de la realidad. Un sistema de recompensas institucionalmente administrado como cimiento, edificio entero y única posibilidad de vida.

Refuerzo negativo, refuerzo positivo.


Fin.



La (Des)educación by JVGay

Education Labor Through - Part 1/1




Así sigue hasta que terminas de estudiar.

En serio.

Eso es todo. Siempre es así.

Nos quedamos eternamente en esa aula, esperando a que llegue el momento de la verdad.

El sistema, con sus problemas, adopta otras formas, otras caras; se traslada a cada vez mayores edificios y te convence en su perpetuidad de la realidad de un mundo. El modelo nunca termina, de hecho, empeora: no solo polariza, hecha la gente fuera. Convence genios de su mediocridad y convierte aduladores en modelos a seguir. Perdona tus errores y castiga tus virtudes. Memorizar, refuerzo positivos, rol y estereotipo, obedecer, refuerzo negativo. El caballo, sota y rey de la pública y también concertada educación masificada.

Durante ciertos años es una locura juntar muchas personas en una clase y pretender que todos hagan lo mismo al mismo tiempo. Si ahora, siendo adultos, nos pretendiesen hacer pasar por lo mismo, no tardaríamos dos días en dejarlo, porque somos capaces de trabajar en una fábrica, pero no en una donde el producto y a la vez la recompensa es en teoría nuestro propio conocimiento. Pues soy incapaz de entender porque pretendemos hacerlo con los niños y nos sorprendemos luego de que no les siente demasiado bien. De hecho es una enorme tontería el no dejar que hagan lo que les plazca y motive, que los profesores sean guías en ese proceso y no intentar perpetuar infinitamente el formato que usaron para enseñar los números y las letras a otros objetivos que se encuentran obviamente muy lejos del alcance de ese método. Pero como se empeñan en que aprendamos a leer y hacer sumas, para lo que en realidad, no hay tanta prisa, antes de que a pensar, la clave para que los niños te hagan caso es tener la clase controlada. No buscan que los escuchen activamente, solo que se detecte el profesor como autoridad y este cree que está tendiendo éxito al enseñar si todo el mundo está sentado haciendo como que le escucha. Pero de hecho es muy normal. El profesor la mayoría de los casos no es un demonio, solo alguien mediocre con un trabajo, un jefe, y un ego que alimentar. Eres un recién salido de la carrera con un par de ideas absurdas sobre lo que le debes enseñar a los niños, pero lo que te encuentras es una clase de veinte personitas a las que le importas una mierda. ¿Cómo van a saber quién está aprendiendo nada? La clave para que el profesor sienta que está haciendo su papel es hacer lo que le hicieron a él cuando era pequeño; controlar. Algunos gritan, otros castigan, otros cuentan cosas interesantes, otros dejan estar el temario para hacer tonterías, otros humillan, otros intimidan, otros dan una cantidad de faena exagerada para sentir que están haciendo que trabajas muy duro. ¿Os va sonando? ¿Vais asociando comportamientos a caras de profesores que habéis tenido? Ambos los hemos tenido todos. No creo que, ni en la primaria ni en la secundaria, me cruzase con centros o profesores especialmente malos; si así fuese así mi historia y sus particularidades serían un montón de casualidades alineadas en mi contra sin un problema mayor detrás y miles de personas no se sentirían identificadas.

Pacíficamente y mientras piensas en otras cosas que te importan bastante más, van guiando tu forma de comportarte en sociedad. No eres para ellos una persona, sino un estereotipo; un alumno. La culpa no es de un señor malvado dirigiendo el mundo, ni siquiera de unos cuantos. Las propias personas que quieren lo mejor para ti, se supone, en un intento inconsciente de salvar su identidad.


Lo que puedo rescatar con nota positiva durante esos años fue jugar al ajedrez con el bedel y los problemas lógicos que hicimos durante años en clase de matemáticas. No implicaban en realidad muchas matemáticas, solo las operaciones básicas, eran más bien problemas lógicos en los que no podías poner el piloto automático con un método de resolución porque cada uno era diferente y te obligaba a pensar; algo que brillaría mas adelante por su ausencia y el motivo por el que durante años fui bueno en ciencias. En la forma en que hacíamos las letras, en cambio, no me gustaba nada. Eran como puzles donde había que poner en el lugar la palabra o letra que corresponde y si bien era creativo al respecto al principio pronto aprendí a poner siempre la correcta. Por último el profesor de música renunció durante meses a dar el temario de su clase porque se nos ocurrió que sería buena idea hacer una obra de teatro que escribimos nosotros mismos y porque sí, y nos cedió sus clases.







Otros han hablado, antes, más y mejor que yo sobre la educación temprana, sus peligros sutilezas y verdades. No es mi campo. Según como lo entiendo yo, esos años de plasticidad neuronal son complejos y su desarrollo a veces, contra intuitivo. Hay gente más capacitada que yo para hablar de ello, y lo han hecho, y lo deberíais leer y mirar. Quizás no le doy tanta importancia en mi deseducación porque me acuerdo menos y de alguna forma aunque sé que no es verdad tengo la sensación de que ocurrió muy rápido. Quizás es precisamente porque en ese momento me encontraba en la cúspide de la pirámide alimentaria establecida por los profesores, y otros que no lo estaban hablarán de esos años con palabras más duras y quizás más ciertas.




Abandoné la primaria cuando quizás hacía ya años que se me quedaba algo pequeña pero me encontraba en general bien, perdonaba todo lo que había ido en aumento esos años porque daba por sentado que sería diferente cuando llegase al siguiente lugar. No hice un drama como tantos otros pues el instituto me esperaba y con él la siguiente conquista.

En el fondo, la mayoría de problemas que puedo encontrar son efectos secundarios que tienen los sistemas educativos fragmentados y creados más por apaños para enjaular más alumnos por aula por ideologías absurdas de comportamiento social. El problema real, es cuando los defectos se vuelven endogámicos. Aceptar ese modo de enseñanza y ese modo de vida como el único bueno o aceptable, negar que nos marque de por vida, aceptar la autoridad de una persona que esta pues allí por causas externas, asociar buenas notas a buena inteligencia y aceptar y callar porque lo dice el profesor, son los primeros signos del tipo de persona que quieren y vas a ser en el futuro. Quizás lo suficiente como para ser mucho tiempo después parte de los mismos que lo perpetúan.

Es curioso que en los países que teóricamente son democráticos y la libertad es un derecho fundamental, se enseñe a los niños esos mismos valores dentro de un sistema autoritario del que no es correcto querer salir. Uno acaba aceptando que hay gente por encima de ti, sea verdad o no. No porque el profesor sepa más, que quizás sí; sino porque tiene el título de profesor, porque es más grande y está por encima de ti. Esa es la verdadera enseñanza.


Lo siento, si no lo habías pensado nunca de ese modo, quizás es demasiado tarde ya.







Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End







la deseducacion, education labor through
the decay of western civilization /?
random local guys


No hay comentarios:

Publicar un comentario