Miedo y asco en Barcelona. Crónica del concierto de The Brew en el Apolo2


Este martes, sobre las 4 de la mañana, después de haber publicado canciones que escuchar en frente de una hoguera y haberla compartido en Facebook, paseando por este vi una publicación de la página del grupo británico The Brew que decía: “Our European tour starts tomorrow in Barcelona! See you all soon!!”; cosa que me sorprendió desagradablemente ya que yo pensaba ir a ese concierto, y no lo esperaba hasta mediados de marzo y creía que caía en sábado. En seguida me entró una desesperación al comprobarlo en la página oficial; no sabía si podría montármelo para poder ir; esa angustia duró muy poco.

Por supuesto que iba a ir, no me he perdido una de sus visitas por aquí desde que los conozco.

The Brew

The Brew es un grupo del Reino Unido que descubrí muy de casualidad un domingo por la mañana en TV1, retransmitían un concierto del festival Luna Lunera; y la música de esta gente me flipó.

Tocan Blues Rock, con influencias de Led Zeppelin y Jimi Hendrix; el batería es el hijo del bajista.

Hecha ya la extensamente amplia descripción de esta banda me dispongo a proseguir.

Cogí un bus por la tarde dirección la estación norte de Barcelona, la cual está considerablemente cerca del piso de Jordi. Estuvimos un rato allí, seguramente comentando genialidades y nos dirigimos hacia Plaza Cataluña, donde habíamos quedado con Pep. No tomamos ninguna droga alucinógena. Cosa de una hora y media después, Jordi se compró una cámara réflex en vez de una compacta, estuvimos mucho rato delante del expositor, hablando sobre muchos temas totalmente ajenos a camaras, y cuando el tema de conversación trataba sobre qué cámara era más conveniente, no dejábamos de decir tonterías, como sobre cómo la brida puesta en el objetivo afectaba a la capacidad máxima de ISO de la cámara. La droga que no habíamos tomado estaba empezando a subir; todo era muy divertido, y no podíamos parar de decir cosas absurdamente desternillantes.

Jordi se dirigió hacia su casa y yo y Pep estudiamos la situación:

-Faltaba media hora para que abrieran las puertas y una para que empezara el concierto, el Apolo está bastante lejos de donde nos encontrábamos y no pensábamos coger un metro.

 -Teníamos que cenar.

 -Teníamos que encontrar alguien a quien pillar hierba, nuestro único contacto en la gran ciudad tenía su teléfono móvil apagado o fuera de cobertura.


Pillamos unas hamburguesas en el Burger más cercano, y atravesamos carrer Tallers con la esperanza de que algún simpático perroflautas nos pudiera pasar algo de maría, pero no fue así. Un trozo más adelante probamos de entrar en una asociación, pero no somos miembros, así que nada; decepcionados y de camino al Apolo le pregunté a un latino con unos ojos muy achinados si sabía a quien pillar, sonrió y asintió. Pidió que le siguiéramos, caminaba de una forma muy turbia y una enorme sonrisa se le marcaba en la cara; moviéndose detrás de él Pep me miró de una manera que no sabría describir, pero supe a la perfección lo que quería decirme, yo estaba pensando exactamente lo mismo, aquel tío nos estaba llevando a un callejón para junto a su pandilla zurrarnos y llevarse nuestro dinero. Si no estábamos atentos no solo podíamos quedarnos sin la mota, sino que también podíamos quedarnos sin concierto, y yo sin poder volver. ¿Aquel riesgo merecía la pena? ¿Era ya demasiado tarde para decirle a aquel individuo que no queríamos su droga?



Se paró delante de la asociación donde no nos habían vendido, le di el dinero, entró y al salir nos dio la hierba, todo muy legal; a pesar de que nos dio solo un gramo, pero en el caso de que sólo hubiera pillado cinco, o nos hubiera cogido algún cogollo, nos daba totalmente igual, solo queríamos ver el concierto fumados. Le agradecimos la adquisición, y a un cuarto de hora de la apertura nos dirigimos al concierto, ahora ya con todas las tareas cumplidas.

El miedo y la paranoia que habíamos sufrido sólo podía significar una cosa, la droga había pegado fuerte...
No había tiempo para pararse para fumar, así que Pep se lió el porro mientras caminábamos y lo enchufamos a la altura de Sant Antoni; por lo visto y a “diferencia” de aquí en Sant Feliu, en Barcelona no es muy normal ir fumando petas por la calle tan anchamente. En cierto momento, mis ojos de elfo visualizaron dos mossos de escuadra en el horizonte, así que cruzamos casualmente al otro lado de la carretera, pero a la vez, ellos hicieron lo mismo. En un hábil reflejo, me di media vuelta para volver a cruzar la calle, pero Gonzo en un arrebato de sensatez me cogió y redirigió, y para no cruzarnos con ellos nos metimos en otra calle.
Fue agradable notar como subía el peta, no queríamos ver el concierto sobrios.
Ya había pasado un cuarto desde la hora de apertura de puertas, y Pep me confesó que en realidad no sabía exactamente donde se situaba esa sala. Preguntamos a un señor, y esta resultó estar a la vuelta de la esquina. Nos fumamos otro porro con bastante prisa y nos dispusimos a entrar; cuando, el segurata le pidió el DNI a mi acompañante menor de edad. ¡Menuda osadía! 
Tras un rato de discusión con sus compañeros y a regañadientes, ambos pudimos entrar.

Pepe tope de Sabrosón disfrutando de su cerveza como si no hubiera un mañana.

Esta era la cuarta vez que iba a ver a The Brew en directo, y hasta ahora nunca me habían decepcionado, de hecho, su directo es de los mejores que nunca he visto. Y tal como esperaba, en esta ocasión no fue menos. Seguramente con puntualidad, apagaron las luces, y una música bastante épica empezó a sonar, un foco rojo empezó a iluminar el escenario con progresiva intensidad, y en el clímax de la canción Jason Barwick, Tim y Kurtis Smith entraron en escena y el concierto empezó.

Tocaron bastantes temas del nuevo disco, pero obviamente dejando sitio a los clásicos de la talla de Every Gig Has a Neighbour. Como ya me pasó con The Third Floor, Control suena aún mejor en directo; esta gente tienen una compenetración musical que sobrepasa lo común, en más de una improvisación me costaba creer que estuvieran clavándolo de tal manera.


Jason Barwick

La introducción que tocaron para Kam fue increíble, y bastante ácida, ya avisó Jason diciendo que lo que venía era psicodélico.


 

No faltó el giño a Led Zeppelin cuando Barwick usó un arco de violín para acariciar su Les Paul; después golpeándola y levantando el brazo derecho, exigiendo un “UEE”  procedente del público, igual que Jimmy Page en el directo de Dazed and Confused. Acto seguido, Jason y Tim dejaron el escenario a Kurtis para que se marcara un solo de batería, y este fue, como siempre, muy bestia, sobre todo cuando tira las baquetas y continúa con las manos. La improvisación debió durar siete u ocho minutos, entonces, la resta de componentes volvió al escenario y concluyeron con el final de Moby Dick, siguiendo con el guiño al mítico grupo de rock.


Tim Smith

Hicieron la finta de que el show había terminado y se fueron, pero volvieron; no era el momento de despedirse aún, y como no podía ser de otro modo, terminaron el espectáculo con A Million Dead Stars; al final de la canción dejaron de tocar para que la cantásemos todos juntos a capela, con el joven Barwick sentado en el borde del escenario.

Al salir, compramos unas birras a un paki, descansamos mientras las bebíamos y fumábamos un cigarro, y cogimos el metro dirección casa Jordi, dentro del transporte nos dimos cuenta de que yo había perdido mi preciada bufanda, y Pep la hierba que nos quedaba. Pero las pérdidas no eran suficientes como para opacar la genialidad de esa noche.




El público era muy amplio en cuanto a edad, pero predominaba el genero masculino. Jóvenes había pocos; la mayoría de asistentes pertenecían a la mediana edad, los típicos hombres fanáticos del rock clásico y antiguo desde su adolescencia. Estos encuentran su salvación en esta banda, ya que pocos grupos quedan de este estilo que puedan presumir de influencia y no imitación, de una puesta en escena tan apoteósica y de un talento tan destacado. También estaban los inolvidables yonkies de carácter, los que no les importa apartarte a ti y a un par de personas, porque acaban de llegar y quieren un buen sitio. Es también destacable la presencia de algún casi anciano, alguien que debía haber nacido cuando todo este genero surgió y estalló hacia lo más alto.

Actualmente y desde hace bastante, parece que los grandes y no tan grandes grupos de música han olvidado la magia y espontaneidad de la improvisación, ese inexplicable cosquilleo que recorre por dentro del músico y el espectador, esa sensación de notar y entender el flujo de la música en el ambiente, el casi palpar la textura del sonido de los instrumentos. Que lo mantengan, aparte de todo lo ya mencionado, es lo que convierte a The Brew en un grupo a tener en cuenta. Anoche pude casi tocar su música, tocar refriendome al sentido del tacto, pude saltar y mover la cabeza a ritmo de blueseros riffs, pude cantar a pulmón, sentí admiración y motivación.

I'll see you soon.

No hay comentarios:

Publicar un comentario