[Semana 14] Did you miss me?

Vida Universitaria
Semana 14
Did you miss me?

Hace mucho tiempo que no hablo de mi vida de estrella de rock encerrada en cuerpo de estudiante de física. He tenido que ir al archivo del blog y releer lo que se supone estaba haciendo la última vez que conté algo. He intentado recrear esas fechas en mi cabeza y hay un vacío enorme. He pasado tantas cosas, con tanta intensidad este fin de año, que del 1 al 20 de diciembre me parece haber estado hibernando. Primero me siento mal, pensando que podría haber aprovechado mejor ese tiempo, escrito libros, construido pirámides y viviendo cosas dignas de contar.

Pero no siempre se puede vivir así.

Ese día dedicado a ti mismo, ese capítulo de esa serie que miras tranquilamente en tu piso, aislado del mundo. Esa taza de café que te haces en honor de saltarte otro día (más) de clase. Esas cosas a las que hacéis fotos y colgáis en Imstagram porque deberíais disfrutar pero no podéis; absortos en vuestra realidad virtual de reconocimiento social y fotos de muffins con filtro sepia. Esas cosas también son de una vida que merece ser vivida, no todo el mundo puede ser un RLG.

El problema es cuando, irremediablemente, los días se envenenan de responsabilidad y paso del tiempo. La misma fuerza que te levanta por las mañanas te impide dormir por las noches. Lo que es libertad horaria se te vuelve en forma de insomnio, lo que es apreciar el tiempo y el espacio te vuelven enfermizamente consciente del paso de este, la ambición se torna insatisfacción. Me sentía raro; raro y caduco. ¿Hay algún lugar a donde podamos huir? ¿Algún lugar donde pueda despertarme sin soñar quedarme en la cama durante el resto de mi vida, pegar un tiro a alguien o, mucho peor, echarme novia? ¿Hay alguna manera de defender este lugar?

Me cuesta un montón no convertir todo lo que escribo en algo parecido a un monologo de Paramount Comedy o en una profunda reflexión sobre la vida. Supongo que no tengo muchos matices; lo mío es la calma perfecta o el perfecto huracán.



Sant Feliu, Platja d’Aro, Palamós, Lloret, Blanes fue mi ruta de escape de la realidad. No me molesta moverme de sitio (excepto por el precio de los buses) y tenía gente que ver en todos lados; mi primer día de descanso en Sant Feliu acabe volviendo a casa a las 7 de la mañana.

En Platja d’Aro me esperaba una encarnizada discusión de horas sobre los fundamentos del universo con una chica pelirroja sin sombrero, discusión que nos hacía rotar de la incredulidad a la indignación por las dos partes y que aun a día de hoy me pregunto a qué venia exactamente. No era una cálida conversación ni una discusión formal realmente. Era una guerra sin cuartel ni objetivo al final del cual te despides con un abrazo de tu oponente. A veces me pregunto, a partes iguales, porque nos seguimos hablando y porque no estamos liados. 

En Palamós me esperaban dos inesperados días de enseñar a jugar al ajedrez a la hermana de una amiga (que reúne dos de mis aficiones favoritas, jugar al ajedrez y sentirme importante) junto a otras actividades de las que no tenéis que hacer nada; también me esperaba una sesión hasta las 4 o 5 de la mañana de bailoteo disfrazado de elemento del pesebre a mano de Dj Mestressa en el bar del pueblo, para compensar actividades. Al tercer día, cogí mi fiel mochila de aventuras de verano y me fui a lo que ese momento me pareció lanzarme al vacío absoluto interestelar.

Mi prima DJ vestida de Virgen Maria. Yo iba de rey y mi primo de caganer. (Representación artística de la situación)


En Lloret me esperaba alguien con quien, pese a llevar algo más de 3 años ya sin ver sigo hablando a veces a diario. Resulta increíblemente raro llevar hablando con alguien 3 años por internet y encontrarte de golpe durmiendo en su habitación. Me he despertado en lugares raros. En lugares muy raros. En suelos desconocidos, apoyado en una barra de discoteca, en más de un tejado, entre cartones detrás de una fábrica de Figueras. Sin embargo nunca me había despertado en un lugar que me resultase más extraño que esa habitación. Y sin embargo me sentía bien, muy bien.

Cuando llevas tanto tiempo sin ver a alguien, independientemente de lo que haya pasado antes con esa persona, te haces una idea mental de ella, a veces una idealización absurda o una caricatura grotesca. Sin muchos matices entre las dos opciones.

Así que quedamos yo, ella y mi idealización y pasamos, realmente no mucho tiempo, haciendo cosas simples de gente que hace un montón que se conoce; hablar, andar, ver otros amigos y compartir silencios sin tensión alguna. Resulto una batalla sin víctimas. Yo temía que los tres no congeniáramos del todo y que se peleasen entre sí o una marchase para siempre. No ocurrió, solo estábamos dos, y quien era ella exactamente no lo sé, pero yo no era el que normalmente escribe por aquí, habla en público o habla catalán en la intimidad; yo era el otro. Esos dos días fueron mis dos únicos días de vacaciones de mí mismo del año. En serio, muchas gracias.



De mis pequeñas y utópicas vacaciones volví a la realidad para afrontar comidas familiares varias de las que cada año me prometo tomarme de alguna forma que me resulte soportable y nunca consigo. Pase un par de días en el limbo y llego fin de año. Me niego a hacer una crónica completa de esa fiesta de Random Local Guys que para mí duró más de 24 horas con un pequeño descanso entremedio. Todo lo que necesitéis saber sobre lo que ocurrió entre nosotros, el local y unas 50 personas se queda aquí para que no tengamos la absurda expectativa de que la siguiente fiesta tiene que molar más. Moló. Mucho. Eso es todo. Venid a la próxima y no os lo tendrán que contar.

Aquí Borx onfire mientras preparábamos el terreno de combate.

Raudo y veloz después de fin de año habiendo dormido 6 horas en las ultimas 72 me fui, a un refugio de montaña a 3 horas andando del aparcamiento más cercano, con gente que conocí de casualidad el día de navidad cuando hui de, entre otros, mi cuñado alcoholizado. 4 días. Sin luz ni cobertura ni agua corriente. Ahí, amigos, se detuvo el tiempo del todo. Fuego, guitarra, buena gente, música, aire, el corazón de la montaña.

El refugio resultó ser una antigua cabaña mantenida por todas las personas que pasan algunos días ahí. Reformada lentamente, con comida, utensilios, herramientas que va dejando, llevando o creando todo el mundo.




El primer día costó algo la adaptación y entender dónde estaba realmente. La gente preguntaba qué hora era, se ponía el despertador y preguntaba a qué hora se comería. Madera, hueso, luz natural, viento, lluvia y ya no hubo más horas, más despertadores ni más preguntas ansiosas. Silencios cómodos, leer un libro rodeado de gente, sin ningún tipo de presión a la interacción social habitual.

Había una pila enorme de escritos guardados, mapas de la zona hechos de pura exploración; con nombres de caminos y arboles inventados por los quien fuera que lo escribiera.

El árbol Milenario y su misterioso cristal.

Volví a la civilización viéndolo todo como en la influencia de un hechizo. Continuó su efecto hasta el próximo y definitivo encuentro familiar. Por suerte, este año conseguí, sin quedar mal y por lo tanto quedando excusado el resto del año, irme bastante pronto. Para encontrarme en una sobremesa a las 7 de la tarde de la comida familiar de una amiga. Igual que el año pasado. Jugando al UNO entre abuelas y tías desconocidísimas para mí en un ambiente muy divertido. He jugado bastantes años a básquet y nunca he visto meterle tanta pasión a un juego. Las abuelas escondiéndose cartas, la gente dando gritos a la más mínima sospecha de trampa, tensión ambiental densa y conversaciones cruzadas sobre quien va ganando y la estrategia global a seguir para que nadie se quede sin cartas. Lo encontré todo muy divertido, el año que viene voy a tener que casarme o algo con esa chica para poder ir directamente.

Este fin de año, en su totalidad, ha sido como un gran resumen de lo que ha pasado en todo 2013, que me llevaría varios tomos de explicar. Los bueno ha sido muy bueno y lo malo muy malo. Ha sido el año de la intensidad, el año de RLG, el año de muchas cosas. Tengo miedo, pues parece que esto va a más y más cada año y me pregunto qué voy a tener que hacer este para no pensar que 2014 ha sido peor que 2013. Voy a tener que construir pirámides, escribir libros, llorar como un bardo y levantar las faldas a la luna.



Acabe de aprovechar los últimos días, hablamos del futuro de RLG, encontré una chica a quien le encanta Sangtraït. Volví a Barcelona, y entre los lamentos de la gente por terminar las vacaciones, yo vuelvo afilado como una cuchilla. Se acercan exámenes, y luego, el mundo.

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